Escribe si vendrás. Correspondencia (1967-1978), de Wisława Szymborska, Kornel Filipowicz (Las afueras) Traducción de Teresa Benítez, Katarzyna Mołoniewicz y Abel Murcia | por Juan Jiménez García
No me gustan las biografías, y sin embargo Trastos, recuerdos, aquella sobre Wisława Szymborska, me pareció maravillosa. No me gustan las correspondencias, y sin embargo Escribe si vendrás me ha parecido maravillosa. Tal vez, debería pensar que lo maravilloso es Wisława Szymborska, y sí, así lo creo. Me gusta la correspondencia de ella con Kornel Filipowicz porque no tiene nada de excepcional. La gente corriente no tiene nada de excepcional. Incluso la gente excepcional le ocurren bien pocas cosas excepcionales y muchas corrientes. En la correspondencia entre ambos hablan de enfermedades, de amigos, de visitas (“ha estado aquí Kantor”), de familia, de pesca, de poesía, del estado de las cosas, de pequeños arreglos domésticos, del tiempo,… Hablaban mucho por teléfono, pero de esas conversaciones no sabemos nada (aquí echamos de menos a la Stasi). Se enviaban postales, luego eran breves. Les gustaba coleccionar postales y también enviárselas, y Szymboska hacía collages y Filipowicz dibujaba gatos y peces. A veces, se escribían una postal y luego hablaban por teléfono. Se querían y se lo decían formalmente (¡qué nadie espere aquí la correspondencia de ese depravado de Joyce!). Ella tenía unos cuarenta y cinco años y él unos cincuenta y cinco, y la mayor conclusión es que los días pasaban, y también pasaba la vida en aquella Polonia del Este, cuando el Este era algo más que una referencia geográfica. Se escribían cuando estaban enfermos y no podían verse (la mayor parte de la correspondencia es de cuando ella estuvo ingresada en un sanatorio para tuberculosos), o cuando él se iba a pescar o ella a pasar unos días fuera. Por eso, a veces transcurre un año y solo hay una postal. Otras veces, tropiezan unas con las otras. Entonces, si no ocurre nada excepcional y vivían unas vidas como podían ser las nuestras, con sus miserias y grandezas, sí, encontrándose con gente importante, pero sin el glamour de la intelectualidad francesa, sin jugosos chismorreos y sin que nada vaya a alterar nuestro conocimiento de las cosas, por qué es un libro de correspondencia maravilloso… Pues por el mismo motivo que el libro de sueños más fantástico que he leído es Noches sin noche y algunos días sin día, de Michel Leiris, que soñaba cosas muy normales, como las cosas normales que soñamos nosotros. Porque lo fantástico, lo maravilloso, es ser, y encontrar aquello que nos conmueve, que nos agita, en las cosas más pequeñas. Y un día de 1976, desde Zakopane, Szymborska escribe una carta para el gatito Rayas, y entonces el mundo se tambalea, se agita como mecido por el viento. En El peral salvaje, de Nure Bilge Ceylan, hay un momento en el que él y ella están bajo los árboles. La luz entra entre las ramas, el viento agita esas ramas, ellos se besan durante un breve instante. Ha pasado el momento de una de esas postales, y sin embargo, su vida y la nuestra han entrado en otro plano, en un mundo paralelo y compartido. Esperamos. Igual que esperamos esa correspondencia (durante muchos años, escribí cartas que nunca nadie respondió), esperamos que ocurra ese instante en el que algo nos conmoverá, moverá esa cuerda tendida que une nuestro interior y sobre el que caminamos en precario equilibrio. Esa agitación que encontramos al leer Escribe si vendrás. Es bello porque la belleza no está buscada en ningún momento, sino que se da, porque la ternura no es una construcción, sino algo que discurre entre las líneas. Un par de veces, ella le escribe bromeando que le darán el Nobel a él. Otras se inventan personajes, se escriben sobre otros. Muchas, se echan de menos. Este es el libro de los sentimientos olvidados: echarse de menos, esperar postales, ver llover,… Calcular horarios, medir distancias, esperar llamadas de teléfono, hablar de lo cara que es la vida,… Escribir sobre lo que cansa escribir. Y escribir sobre lo difícil que es vivir escribiendo, pero sin lamentaciones, porque es inútil lamentarse de algo que es inevitable. Por su sangre corrían las palabras y por ningún lado el dinero, pero eso es así y ya está. Mejor hablar de gatos y de besos lanzados al futuro, más o menos inmediato. Hacer bromas sobre ese amor amenazado que no tenía nada que temer. En los diarios de Yasujiro Ozu, a veces un día era simplemente la constatación de que había hecho mal tiempo. Llueve. Y no podía haber escrito nada más justo ni más conmovedor. Así, estas cartas. Y ahora creo que no quiero escribir nada más. Coged este libro, perdeos en la magnífica edición, llena de imágenes de esas postales y cartas, de ese color de otro tiempo, pensad en que vivir era esto y que esto debe ser vivir. Abandonad prisas y pretensiones. Qué otra cosa debería ser leer…